jueves, 26 de abril de 2012

8ª Capítulo.

La Dra. Soraya y el Dr. Roberto seguían en la 3ª la tercera planta, concretamente en el propio despacho de Roberto. Las cuerdas hacía tiempo que habían empezado a dejar marca. El dolor y los calambres en las articulaciones de los hombros aumentaba por momentos. La posición de sentado era algo que no se llevaba muy bien durante más de unas pocas horas.
Un ruido fuerte proveniente del techo les hizo volver en si. Se miraron intrigados los dos Doctores.

- Roberto... ¿qué fue eso? - preguntó la Dra. Soraya mientras permanecía agazapada en el suelo.
- Ustedes los españoles están medio locos.... yo que se -
- Tenemos que salir de aquí sea como sea.... ..... necesitamos algo para cortar las cuerdas -
- Soraya!!!... en vuestro bolsillo!!! - dijo emocionado Roberto.
-¿Qué?.... -
- Las tijeras!!!.... las que te metiste cuando subimos al despacho del Dr. Marcos - respondió Roberto haciendo señas con el cuello hacía el bolsillo de Soraya.

Tras caer en la cuenta de lo que le decía su compañero Roberto. Pudo recordar que efectivamente una de las armas que había elegido para ir en la búsqueda del Dr. Marcos eran unas tijeras de metal.
Soraya empezó a arrastrarse por el suelo como una sinuosa serpiente, para colocarse a la altura de Roberto. Éste, de la mejor manera posible, pudo sacar las tijeras del bolsillo de Soraya. La Dra. se giró un poquito para quedar espalda con espalda con su compañero.
La tijera dentelleaba muy próxima a los dedos de Soraya. Ella intentaba arrimar lo más posible las cuerdas de sus muñeras, para evitar que Roberto la produjera algún corte.
Pasados un minuto de tira y afloja. Por fin la Dra. quedó libre de las cuerdas que la mantenían presa.

- Uffff..... que alivio.... dioss como me estaba quedando las muñecas - dijo Soraya mientras se acariciaba sus amoratadas marcas producidas por la cuerda.
- Venga Soraya, suéltame cuanto antes que nos marchemos de aquí -
- Ya voy.... ya voy - dijó Soraya mientras empezaba a desatar las cuerdas de Roberto.

Pasados un minuto, mientras estiraban los brazos y se tocaban las heridas. Soraya se encaminó hacia la puerta. Se paro justo en frente de ésta. Y con un rápido movimiento intento abrirla.

- ¿Qué hacés? ..... ¿estás loca?..... no pretenderás que vayamos a salir de aquí así... con las manos desnudas - dijó Roberto.
- Tienes razón!!!.... - la voz de Soraya sonaba afirmativa.

La Dra. se acerco a la mesa de Roberto, y tras echar un rápido vistazo por el gran desorden que había. Se decidió por un flexo de color rojo que no tenía un aspecto muy resistente.

- Andaa... andaaa... déjame a mi - Roberto se acercó a un lateral de su mesa. Se agachó y empezó a zarandear uno de los cajones. En un principio parecía que el cajón hacía un poco de resistencia. Pero tras ponerse un poco bruto, éste se abrió - a ver que tenemos por aquí..... aquí está - dijo el Doctor mientras levantaba una pistola Colt M1911 de color plata.
- Joder Roberto!!! eres una caja de sorpresas.... ¿y de donde narices has sacado una pistola?  - preguntó un poco impresionada la Dra.
- Es una larga historia.... tú piensa que es un regalo que me hicieron unos amigos cuando vine a España -

Los Doctores se encaminaron hacía la puerta. Se pusieron uno a cada lado agachados y en el más absoluto silencio. En el momento que Soraya iba a abrir la puerta Roberto la paró.

- Chsss!!!... escucha... - dijo el Dr. acercando la oreja a la puerta. Lo que imitó su compañera sin pensarlo dos veces.

En el pasillo se podía escuchar el sonido de unos ligeros arañazos. Éstos se pasaban a la puerta donde los doctores estaban apoyados. Un ronroneo misterioso cruzaba la madera para penetrar en sus oídos. La tensión aumentaba por momentos. Roberto miraba a su compañera a los ojos y le hacía señas con la cabeza.
Levantó la mano con tres dedos hacia arriba. Y con su boca empezó una cuenta atrás.

- .... dos... uno.... ahora!!!! - tras decir ésto, Roberto abrió la puerta rápidamente y salió al pasillo con la pistola en alto - Muere hijo de mil madress!!!! - los gritos de Roberto se escuchaban por todo el pasillo.

Roberto se colocó un metro por delante de la puerta y dirigió la pistola a su derecha que era de donde provinieron los últimos ruidos. Justo cuando iba a disparar, comprobó que a lo que pretendía hacer diana era a un gato de color gris y paso lento.

- Joder!!!!.... es un puto gato!!!-
- Es el gato de Manuela, la cuidadora de animales de la 2ª planta. Pero.... su gato nunca sale de su zona de trabajo... ¿cómo narices habrá llegado hasta aquí? - preguntó Soraya mientras señalaba al gato.

En ese preciso momento se escucho un ruido de unos gruñidos que provenían de uno de los pasillos de la derecha, justo donde se producía un cruce de éstos. Tras escuchar los rabiosos sonidos, apareció a la velocidad de un rayo uno de los conejos mutantes que sin dudarlo un momento, abrió unos 10 centímetros su gran boca, y tras enseñar su sucios y afilados dientes. Se llevo de un bocado al pobre gato que no tuvo tiempo de reaccionar.

Roberto y Soraya se miraron con la cara pálida por lo que acababan de ver. Un jodido conejo de casi 1 metro de altura acababa de zamparse de un bocado al gato de la señorita Manuela. Vieron como el conejo mutante con su presa bien retenida en sus fauces se perdía por el pasillo de la izquierda. En el suelo sólo quedaba un pequeño charco de sangre....


*****


El Dr. Marcos y Jose María llegaron a la entra de su despacho. La puerta estaba cerrada con llave. El Dr. sacó un llavero de su bata y la abrió despacio.
La conversación que habían tenido había sido de lo más emocionante. El Dr. le hacía preguntas a las que Jose María respondía gustosamente. Hablaron de todo tipo de temas relacionados con la Ingeniería Genética, incluso hablaron de la clonación de animales, mutaciones en especies de gran desarrollo, y un tema que a Jose María le pareció un poco macabro: el utilizar a seres humanos para experimentos biotecnológicos.

- Voy a enseñarle una cosa que seguramente le deje con la boca abierta Don Jose María - la sonrisa del Dr. Marcos hacía que se movieran sus gafas al arrugarse su nariz.
- Me tiene usted intrigado Doctor... viendo el énfasis que le pone, voy a pensar que puede tener cualquier bicho raro, jajajaja - las tímidas risas del profesor le hicieron sonreír de nuevo al Doctor.

Tras entrar en el despacho del Dr. Marcos, donde aun estaban tirados por el suelo los cristales que se habían roto al salir volando la máquina de escribir que atacó a Soraya. Ahora en lugar del agujero que había en la habitación del Dr. Marcos, éste, había improvisado con un cartón para taparlo.
Jose María paseo la vista por el despacho mientras pisaba los cristales del suelo. Notaba el crujir de los fragmentos en la planta de sus pies.

- ¿Qué ha pasado aquí? - preguntó Jose María.
-Ya sabe usted, contratiempos que nos pasan a los científicos -
- ¿Está preparado? - preguntó el Dr. Marcos mientras se acercaba a una estantería repleta de libros.

Miró a los ojos a Jose María, y tras volver la vista a la estantería, movió uno de los libros que estaban en el lateral. El libro opuso cierta resistencia, la que finalizó en un sonido seco como el golpe de un metal.
A continuación la estantería se desencajo un poco de la pared, dejando una pequeña abertura que subía en vertical por todo el lateral de la estantería.

- Ehhh!!!... ¿qué demonios está pasando aquí? - preguntó intrigado Jose María.
- Venga hombree... ayúdeme a mover la estantería - le contestó el Dr. mientras se colocaba en uno de los bordes de la estantería.

Jose María a paso lento y con la mirada aun sorprendida, se acerco y se situó justo al lado del Dr. para ayudarle a empujar el armario. Tras un pequeño empujón, éste empezó a deslizarse por un fino raíl. El movimiento de la estantería era suave, cualquiera diría que detrás de allí había una puerta secreta.
El Doctor fue el primero en entrar por la abertura. Ésta tendría 1 metro y medio, aunque posiblemente se pudiera abrir más.

- ¿Está preparado para lo que va a ver?.... una auténtica obra de Ingeniería Genética.... pase, pase - la voz del Doctor sonaba como cuando alguien te está intentando vender un productor. Haciendo énfasis en algunas palabras para remarcarlas y que el cliente se sienta más atraído por ellas.

Jose María atravesó la entrada con ciertas dudas. Es verdad que el Dr. Marcos era un célebre y conocido científico en su especialidad. Pero eso de tener una zona secreta. Lo de estanterías que se mueven al más puro estilo de las películas de terror. No le terminaba de cuadrar al profesor.
Delante de él se encontró una pequeña sala con paredes viejas. Se notaba que no habían sido pintadas en mucho tiempo. Éstas estabas desprovistas de cualquier ventana. Era un ambiente un poco claustrofóbico. Justo en frente de la apertura por la cual acababa de entrar había una mesa con un montón de apuntes y folios distribuidos por ella. Y sobre ella había una serie de monitores, algunos estaban encendidos, aunque la mayoría permanecían apagados.
Lo que más le llamo la atención a Jose María era una pequeña cortina de color marrón que había en una esquina, cerca de los monitores. Está cortina parecía oscilar de vez en cuando, como si una brisa de viendo la hiciera mecerse.

- Señor Jose María le presento a ..... - dijo el Doctor mientras en un rápido movimiento descorría la cortina como cuando se abre el telón en una obra de teatro - ...a Colombus.

La cara de Jose María era toda un cuadro. Su boca se abrió y dejó escapar un soplo de aire. Sus ojos parecía que iban a salirse de sus cuentas oculares. Estaba intentando asimilar lo que su visión estaba mandando a su cerebro en ese momento.
Ante él se mostraba Colombus en todo su esplendor. La bestia estaba parada y con la respiración tranquila. Tenía la mirada perdida, y de su boca goteaba de forma constante una densa baba.

En un rápido movimiento y sin pronunciar la más mínima palabra. Jose María se dio la vuelta y salió corriendo para escapar de esa escena tan macabra.

- Cógelo Colombus!!!! - ordenó el Dr. Marcos.

La bestia pareció salir del coma en una décima de segundo. Giró su cabeza hacía donde estaba Jose María. En sus ojos se pudo ver el reflejo del profesor dándose la vuelta y apunto de salir por la abertura. Y en un rápido movimiento dio dos enormes zancadas y cogió a Jose María por el cuello. Giró su potente brazo y lo volvió a meter en la habitación. "Voy a matarte.... quiero beberme toda tu sangre". Colombus empezaba a salivar a una velocidad impresionante. De repente estiró el brazo que tenía libre. Colocó las garras en posición de ataque y lanzó su mortal arma hacía delante.

- Detente!!!!.... te he dicho que lo atrapes... no te he dicho que lo mates estúpida bestia!!!! - los gritos del Dr. llegaban a los oídos de Colombus y se procesaban como ordenes que debía de cumplir. Por eso justo a 3 centímetros de la cara del profesor se detuvieron las potentes garras.

- Dioss... diosss... - era lo único que decía Jose María.

En el suelo empezó a hacerse un charco. Acababa de mearse encima por el miedo producido. No salía de su asombro. Hace unos minutos estaba manteniendo una de las conversaciones más interesantes de su vida. Y ahora, era preso de una bestia que acaba de intentar matarle.

- No le mates Colombus. Le necesitamos. - ordenó el Dr.

El Doctor se acerco a uno de los cajones que había en la mesa de los monitores. Abrió uno de ellos y sacó su pistola. En un segundo levantó el arma y encañonó a Jose María.

- Suéltalo querido Colombus.... él vendrá conmigo. Tú ya sabes lo que tienes que hacer... -

Tras llegar la orden al cerebro de Colombus, éste, sin pensarlo dos veces aflojó su potente garra y dejó caer al profesor al suelo. Jose María sintió el alivio que producía el volver a tener abierta los conductor respiratorios en su totalidad.

- Ni se te ocurra moverte profesor... o tendré que meterte un balazo en toda la cabeza -
- Pero... pero.... esto no tiene sentido... tiene que ser una broma - la voz de Jose María temblaba al salir de su boca.
- No es ninguna broma.... usted va a venir conmigo que tengo una pequeña sorpresa preparada - dijo el Dr. mientras no paraba de apuntar a Jose María.
- ¿Pero por donde quiere que le siga? -
- Por ahí - respondió el Doctor mientras señalaba con la punta de la pistola una abertura que había en la pared. El hueco había estado tapado por la cortina donde se ocultaba Colombus. Ahora abierta, se podía ver un rectángulo de oscuridad donde nacían unas escaleras que descendían a una zona muerta...



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