martes, 1 de mayo de 2012

9ª Capítulo.

El silencio de los pasillos había vuelto a sus oídos. El sonido de los objetos al precipitarse contra el suelo, cesado por completo. Los gritos de alguien que está sufriendo una de la peores muertes, silenciados por una mano que tapa una boca. 

Carmen y Javier permanecían agazapados en el suelo del pequeño despacho. Eran unas estatuas de piedra que tienen miedo que al moverse, puedan romperse en mil pedazos.
El despacho tenía una pequeña mesita donde descansaban todo tipo de artilugios de oficina. Un ordenador, folios, bolígrafos, carpetas... 

De los ojos de Carmen empezaron a aflorar unas lagrimas que descendían por sus mejillas. Sus manos temblaban de miedo. Estaba viviendo una de las peores pesadillas que podía imaginar. A su cabeza venían recuerdos de aquella película de terror que vio en casa de sus tíos, en unas vacaciones de verano de hace ya muchos años. Una familia había quedado atrapada en una casa en la cima de una colina, donde unos bichejos inmundos intentaban entrar a toda costa para devorarles sus entrañas. Esa película le había producido horribles pesadillas durante los siguientes meses. Y ahora era ella la que estaba atrapada.

- Parece ser que se han marchado ese bichos - dijo Javier mientras se aproximaba a la puerta.
- Cariño que te pa... .... a ver.... venn, no llores - 

Javier se aproximó a su novia Carmen y la estrechó entre sus brazos. Carmen apretó con fuera a Javier y los dos se fundieron en una única unidad. Era algo que necesitaban más que cualquier otra cosa. El poder sentir que cuentas con alguien, que no estás solo en estos momentos.

- Vengaa.... ya paso.... ahora tenemos que pensar como salir de aquí - las palabras de Javier hacían reducirse por momentos el torrente de lagrimas de Carmen.
- Gracias cariño - dijo la chica entre pequeños sollozos.

Tras terminar con el agradable y reconfortante abrazo, Javier se aproximó lentamente a la puerta. Puso su odio en ella y pudo comprobar que efectivamente, la locura había cesado. Alguien había cambiado el canal de terror, o por lo menos había puesto el mute.
Abrieron la puerta lentamente con la esperanza de no encontrar a ningún extraño animal vagando por lo pasillos. Al ver que no había nadie más, empezaron a salir lentamente. Carmen levaba bien agarrada la mano de su novio que iba delante de ella.

- ¿Por donde tiramos ahora? - preguntó el joven.
- No se Javier.. por esa puerta vinieron esas bestias...- 
- Entonces iremos por este pasillo.... lo malo es el agua del suelo... - dijo Javier mientras miraba a los ojos a su novia.
- ¿¿¿Te crees que me importa ahora un poco de agua???.... tú sácame de aquí!!!! - los gritos de Carmen sonaron como una bocina en el pasillo.

Javier agachó automáticamente la cabeza y empezó a mirar hacía los lados, en un intento de comprobar que ningún horrible animal les había descubierto y venía en su busca.

- Joder cariño.... tienes que calmarte.... si no no podremos salir de aquí con vida - 

Empezaron a andar lentamente por el pasillo. A su paso iban encontrándose todo tipo de objetos tirados por el suelo. Un par de grandes maceteros estaban desparramados, y la tierra oscura hacía una extraña imagen en el suelo blanco. También unas papeleras dejaban su marca y su contenido esparcido por todos lados.

Antes de llegar donde el pasillo giraba a la derecha, pudieron comprobar de donde provenía el agua que bañaba con un fino manto todo el suelo. Un surtidor de agua estaba volcado, y su cisterna presentaba un gran orificio por donde había dejado escapar todo su contenido.
El charco se extendía hasta chocar con las paredes y un par de puertas cerrada. En una de ellas que estaba abierta se podía ver como unas lineas de agua se introducían en el despacho, como si alguien hubiera patinado por ellas hasta su interior.

Javier y Carmen empezaron a caminar por encima del agua. Se escuchaba el sonido del chapoteo de las deportivas de él y los zapatos de su amada. Cuando llevaban pasado medio charco empezaron a escuchar unos ruidos que provenían del despacho donde se internaban los patinazos.
Los dos se quedaron quietos y en el más absoluto silencio. Podían sentir como su ritmo cardíaco aumentaba a gran velocidad. A sus oídos llegaba el latir intenso de sus corazones.

- Dioss Javier.... quiero salir de aquí.... - dijo Carmen en un susurro mientras apretaba con todas sus fuerzas la mano de él.

La actividad en el despacho parecía coger más intensidad. Se escuchaban objetos caer al suelo. Como si unos perros estuvieran jugando alocadamente, y en sus juegos sin control fueran derribando diferentes cosas. Pero no, no eran perros. En la puerta del despacho asomó primero la cabeza de un enorme conejo mutante. Era de un color blanco como la nieve más virgen. Sus ojos eran rojos y estaban mirando directamente a Javier y a Carmen.

- Cariño retrocede muy despacio... y ponte detrás de mi... - la voz de Javier no sonaba muy segura de si misma.

La pareja empezó a caminar lentamente hacia atrás. El conejo mutante empezaba a percatarse de su presunta huida y avanzaba unos pasos en su dirección. Abría la boca y enseñaba sus afilados dientes.
Javier se aproximó a una pared y en una rápida ojeada pudo ver un posible arma. Era el palo que sujetaba una pequeña palmera que estaba decorando el pasillo. Acerco la mano y tiro del palo para arriba. Éste salió sin ningún esfuero, y dejo un agujero negro en la tierra del tiesto.

- Vamos amiguito.... ¿quieres jugar?....- dijo Javier a la vez que mecía el palo entre sus manos. Por su mente pasaban pensamientos muy rápidos. "Joder, que no se me tire, que no se me tire". Y se tiró.

El conejo mutante empezó a correr hacía donde estaban ellos. Sus patas resbalaban en el suelo mojado y no le permitían coger suficiente velocidad. Pero aun así la bestia avanzaba hacía ellos inexorablemente.

- No, no, no.... por dioss, por dioss.... - las súplicas de Carmen no parecían ser escuchadas por ningún Dios ya que el animal se aproximaba peligrosamente.

Cuando el conejo mutante estaba a unos dos metros de distancia, pego un gran salto con su fuertes patas y se lanzó hacia el cuello de Javier. En ese momento colocó la improvisada lanza con la punta hacia su atacante. Por lo que el temible animal fue a clavarse directamente. El palo se le introdujo por su gran boca, que en el preciso instante del salto la llevaba abierta a más no poder.
Cuando se produjo el impacto, con la fuerza del salto, el palo se le escapó a Javier de sus manos, y fue a clavarse en una de las piernas de Carmen. La punta se incrusto unos centímetros en el muslo de la chica que dio un gran grito de dolor, y callo al suelo.

Javier tras escuchar el grito de su novia se imagino lo que acababa de pasar, así que se dio la vuelta inmediatamente y se arrodillo con su amada. Carmen no paraba de llorar del dolor. El palo le había preparado un buen orificio en su pierna derecha, de la que ahora brotaba un buen torrente de sangre.
A su lado, estaba el palo tirado. Con una punta llena de sangre de Carmen y en la otra el conejo mutante empalado hasta el fondo, con los ojos abiertos como platos y la boca en una actitud desafiante, pero ya inofensiva.

- Joder cariñooo.... no te preocupes que todo va a salir bien.... dioss dioss... hay que taponar esa herida.... ya verás como todo sale bien amor mio - las palabras de consolación de Javier temblaban en su boca.

- Miraa... miraaa. miraaaa.... - dijo Carmen mientras señalaba con la mano la puerta abierta del despacho por donde había salido el conejo mutante.

De ella asomaban ahora otros dos de su misma especie. Esta vez eran de color oscuro. Uno era un poco más grande que el otro, pero aun así, su tamaño era más que imponente.
Los dos conejos mutantes miraron a sus victimas y empezaron a salivar. El olor a sangre era como un aroma de la tarta más dulce que te llega a la hora de la merienda. Sus bocas se abrían y cerraban sin parar, estaban saboreando a sus presas. Una de ellas estaba herida por lo que el trabajo se había puesto sumamente fácil.
Las bestias no se hicieron esperar y emprendieron una frenética carrera hacia Carmen y Javier. Éstos, indefensos en el suelo, con Carmen herida de gravedad y sin ningún tipo de arma con la que poder protegerse. Lo único que pudieron hacer fue cerrar los ojos. Cerrarlos, apretar bien los dientes y cogerse de la mano a la espera de una brutal embestida.

En el momento en el que deberían de estar siendo atravesados por unos dientes super afilados, donde su sangre brotaría como una fuente incansable. Lo único que escucharon fueron dos disparos.

Bumm... Bumm.

Los disparos provenían de detrás de ellos. Les habían producido un pequeño tembleque en su cuello y cabeza, pero aun así abrieron poco a poco los ojos.
La escena que pudieron vislumbrar ante ellos, era la de los dos conejos mutantes tumbados en el suelo con una gran mancha de sangre. Uno la tenía en su estómago y el otro en su horrible cabeza.

- ¿Estáis bien? - la voz que escucharon a sus espaldas les hizo girar rápidamente la cabeza y comprobar que tenían detrás a dos personas, eran una mujer de cuerpo esbelto y ojos azules. Y a su lado un chico moreno y bajito que llevaba en sus manos un arma, con la que aun apuntaba a los conejos mutantes. Eran Roberto y Soraya.

Se acercaron apresuradamente hacía los jóvenes y se agacharon para ver su estado. Comprobaron que la herida de Carmen tenía un aspecto un poco feo. Pero tras un improvisado torniquete dejó de sangrar.
Javier ayudó a levantarse a Carmen, que se sujetaba en su hombro.

- Tenemos que intentar salir de aquí.... pero antes tenemos que encontrar a vuestros compañeros.... - dijó Soraya después de haber hecho las presentaciones.
- Faltan cuatro compañeros y nuestro profesor Jose Maria.... ..... dioss..... pero que es todo estoo!!! - la voz del chico empezaba a subir de tono.
- Joder!!! cállate!!!!.... no querrás que vuelvas a venir esos putos conejos, no??.... no se si para la próxima podré salvaros la vida - dijo Roberto con un tono un poco amenazante.

En el momento en que todos estaban mirando a Roberto escuchándole hablar. Vieron como éste empezaba a ascender en el aire. Abría su boca con una 0 perfecta. Y de ella comenzaba a manar un torrente de sangre que descendía por su morena cara, e iba manchando toda su ropa a su paso, como una improvisada cascada humana.
En un rápido movimiento del cuerpo de Roberto, éste salió volando y atravesando una de las ventanas de las oficinas de la parte izquierda. Las cristalera reventó en mil pedazos cuando el cuerpo del peruano colisionó con ella. Y se perdió en su interior.
El muelle propulsor del Doctor Roberto no había sido otro que el potente brazo de Colombus. La bestia se había acercado sigilosamente por la espalda del Dr. mientras éste hablaba con su compañeros. Le había embestido con su potente garra, y lo había lanzado contra la cristalera de una de las oficinas.

Soraya empezó a gritar como una loca. Colombus la miró fijamente a los ojos con la garra llena de sangre de Roberto, y dio un estruendoroso rugido que les produjo un pitido en los oídos.
Javier en un momento agarró de la mano a la Doctora y tiró de ella. Mientras en sus hombros estaba apoyada su novia Carmen.

- Venga!!!! vayámonos de aquiiii!!!!!!! - el grito de Javier hizo reaccionar a Soraya que dejó llevarse por la mano del chico...


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