sábado, 12 de mayo de 2012

12ª Capítulo: El final.

El ritmo cardíaco aumenta, la presión sanguínea se dispara, el sonido del latido del corazón es similar al de unos tambores a los que están machacando sin ningún reparo. 
Se han activado incondicionalmente los instintos más primitivos que llevamos escondidos, que ni siquiera sabemos que poseemos. Ya no importa si tu ropa está manchada, o si tiene algún pequeño desperfecto. ¿Y esos pelos que te gastas?... no te preocupes, aun los conservas. Si el día de mañana puedes levantar un peine con tu mano, mirarte en el espejo de tu baño y sonreír, es muy probable que seas un campeón. Pero no un campeón de esos que queda primero en una maratón, no. Serás como mucho, el que haya quedado último, pero, no te avergüences de ello. Por lo menos has terminado la carrera, y aunque no puedas levantar una copa, por lo menos podrás peinarte esos pelos de loco que te han quedado después de un día tan ajetreado.

Cuando llegaron Tomás, Paula y Carmen al hall de entrada todo parecía estar tranquilo. Las maquetas de las moléculas de ADN seguían en el mismo sitio, los maceteros parecía que nadie había decidido jugar con ellos a esparcirlos por el suelo, incluso el mostrador de la entrada daba el aspecto de ser una estatua, la que el tiempo había dejado olvidada.
Carmen seguía andando a duras penas mientras se apoyaba en los hombros de Tomás. Se encaminaron hacía la gran puerta de salida recorriendo el amplio hall. 
La luz entraba a través de los cristales y bañaba todo el interior. Su fina capa de luminosidad hacía en algunos sitios unas extrañas sombras, que producía algún que otro susto a los tres amigos.
Cuando llegaron por fin a la puerta, intentaron abrirla. Tomás empezó a zarandear el alargado pomo. Ésta, lo único que hacía era vibrar, pero no se abría. El chico empezó a ponerse nervioso y agitaba la puerta con violencia, con la desesperación de una rata que quiere salir de una trampa.

- Joder..... quiero salir de aquí!!!!..... estamos atrapadoss!!!! - gritó Tomás con cara de rabia, mientras intentaba una y otra vez abrir la gran puerta de salida.
- Dios!!!! no quiero morirr..... quiero que se acabe esta pesadilla... esto tiene que ser un sueñoo.... - las palabras de Carmen se mezclaban con su llanto.

El sol quedaba tan envidiable, lamiendo sus caras desde el exterior. A salvo de ese horrible lugar. Desde su perspectiva privilegiada a varios cientos de miles de kilómetros. Les miraba y parecía burlarse de ellos.

- Debemos llamar a la policía y escondernos, no podemos quedarnos por aquí - la voz de Paula parecía que les había iluminado.
- Es verdad, vamos a llamar a la pasma para que vengan y nos saquen de este puto lugar - 

Los tres jóvenes se encaminaron hacía el mostrados que estaba situado en el centro del gran hall. Se colocaron en el interior de la medía luna, donde solía trabajar la chica de recepción. 
Tomás sacó su móvil y realizó una llamada de desesperación a la policía. Su pulso temblaba mientras agarraba con fuerza el aparato, como si no quisiera que su única oportunidad de salir con vida de aquel infierno, se fuera al garete.

- Tomás!!! Tomáss!!!!.... ya vienen esos putos bichoss!!!! - dijo Paula mientras tiraba de la manga del chico.
- Estamos muertos!!! - fueron las únicas palabras de Carmen. Se llevó las manos a la cara dándose por vencida.

Paula y el chico se agacharon instintivamente y obligaron a Carmen hacer lo mismo. La chica se había quedado paralizada y no reaccionaba. Pero ahora, en cuclillas, estaban en principio a salvo de que los vieran los conejos mutantes

Cuatro de estos asquerosos y agresivos animales empezaban a circular por el hall. A su paso iban olisqueando las maquetas, indagaban con sus extraños hocicos en la tierra de los maceteros. En sus inspecciones por esa nueva y diáfana habitación, tiraron un gran cartel al suelo que produjo un gran estruendo. 
Los conejos mutantes se empezaban a poner nerviosos, a sus olfatos llegaba el exquisito olor de la sangre que producía la herida de Carmen. Sus movimientos eran cada vez más rápidos y se acercaban peligrosamente al mostrados de información.

- Tenemos que salir de aquí.... huelen la sangre y nos están buscando... - dijo en un tono casi inapreciable Tomás.
- Dioss... ¿y dónde nos metemos? - preguntó Paula mientras echaba un vistazo a la parte trasera del hall.

En la zona del fondo había varias puertas, dos de ellas conducían a los baños. Pero con la experiencia que habían tenido con el pobre Fran, los aseos quedaban descartados. 
Al lado de los baños se veían otras dos puertas. Una rezaba "almacén de suministros" y la otra "laboratorio de análisis clínico". 
Así que sin dudarlo se decidieron por está última puerta. Pues, lo más probable es que el almacén de suministros estuviera cerrado, aunque era sólo una corazonada.

- Vamos a la de tres.... en silencio absoluto.... .... tu Paula agarra por ese brazo a Carmen que yo la cogeré por el otro - 

Los conejos mutantes seguían haciendo su ronda de vigilancia por el gran hall, sus rutas variaban aleatoriamente, por lo que era cuestión de tiempo que acabaran encontrándolos. Y el olor a sangre no jugaba a su favor.

En un momento dado salieron bien agachados en dirección a la puerta. Sus pasos eran lentos pero silenciosos. Por sus frentes se deslizaban en caída vertical las gotas de sudor. Y una sensación de que tienes algo a tus espaldas, de que te está observando y se está preparando para devorarte, les subía por su espalda.
Cuando llevaban medio camino recorrido, Paula, sin querer golpeó un macetero. Éste, oscilo de un lado a otro. Los tres jóvenes se quedaron parados con el corazón en la boca. El pequeño tiesto no llego a volcarse, pero al recuperar su posición original, hizo el suficiente ruido como para llamar la atención de su acompañantes.
Los cuatro conejos mutantes desviaron inmediatamente la vista hacia el foco del ruido. Y allí se encontraron a tres grandes manjares que la vida les acababa de servir en bandeja de plata. Los animales no tardaron ni medio segundo en reaccionar y se dirigieron a toda velocidad hacia los chicos. A su paso iban tirando todo lo que se encontraban, los carteles caían al suelo, los maceteros tampoco tenían mejor suerte...

- Vamos, vamos, vamoosss!!!!! - dijo Tomás echando a correr hacia la puerta mientras agarraba con fuerza a Carmen.

En su mente sólo pasaba un pensamiento, "que no esté cerrada la puerta, por favor". En su alocada carrera llegaron justo en frente de la entrada de análisis clínicos. No había tiempo para probar las otras puertas, era esa o ninguna. A sus espaldas les llegaba el sonido de los objetos caer al suelo, de los gruñidos de sus captores. La histeria tomaba protagonismo en esos momentos.
Paula estiró su blanca mano hacia el pomo de la puerta. El giro que iba a realizar era como jugar a la ruleta rusa. Pero parecía que en ese disparo aun no estaba la bala que terminaría con su vida. El pomo giró y la puerta se abrió. 
Los jóvenes se lanzaron al interior del laboratorio y cerraron rápidamente la puerta a sus espaldas. Tras cerrar se escucharon el sonido de los conejos mutantes chocar contra ésta. Se había vuelto locos por el olor a sangre. Sus envestidas eran brutales, y la puerta se combaba como si fuera a romperse.



*****


Javier y Soraya corrían desesperadamente por los corredores huyendo de Colombus. Los estrechos y fríos pasillos se hacían interminables. Giraban de izquierda a derecha sin ningún orden. No recordaban cual había sido el camino por el que habían venido.
Pasado unos minutos de largo trayecto por los estrechos túneles, fueron a parar con una puerta que estaba cerrada.  Su camino no tenía salida.

- ¿Y ahora que hacemos doctora? - preguntó Javier mientras pasaba sus manos por la puerta.
- Podríamos volver sobre nuestros pasos y en vez de girar a la izquierda, tirar por el camino de la derecha.. - decía Soraya justo en el momento que se escucho un gran rugido que retumbo por todas las galerías hasta llegar a sus odios.

Sus corazones empezaron a latir con la velocidad de un despertador cuando suena por la mañana. Se sentían como pequeños ratones que han llegado a un callejón sin salida. Estrecho y con las paredes muy altas. Y por la entrada del callejón aparecer un enorme gato que sólo piensa que devorarles.

- Aparta Javier, ponte detrás de mi - 

Soraya sacó el arma que llevaba y apunto a la cerradura de la puerta. Giró la cara hacía atrás para que las posibles virutas no le saltaran a los ojos. Y disparo dos veces.

Bumm. Bumm

Después del sónido de los disparos, aun permanecía la vibración en la puerta. Soraya empujó lo que los mantenía enclaustrados y ésta se abrió.

- Venga Javier marchémonos -

La puerta daba a la oscura galería del sótano, donde muy próximo a ellos yacía el cadáver de Chema el de mantenimiento. Así que se encaminaron a toda prisa por ella, mientras a sus espaldas podía escuchar como Colombus atraído por los dos disparos, se acercaba peligrosamente.

Tras subir corriendo por las escaleras metálicas, llegaron al hall. Ante ellos se abría un gran espacio que tenía varios objetos tirados por el suelo, carteles, maquetas, tierra... todo eso era señal de que por allí andaban no muy lejos los conejos mutantes.
La Doctora Soraya en un movimiento instintivo levantó la pistola y empezó a apuntar en todas direcciones. Buscaba desesperadamente a sus posibles asesinos, sin olvidar que en cualquier momento una gran garra podría arrebatar su vida con la misma facilidad con la que una persona abre un azucarillo.

- Allí, alli - dijo Javier mientras señalaba a la parte del fondo del hall, donde cuatro conejos mutantes hacían guardia en una puerta.
- Ya los tengo - 

Soraya levantó el arma y la dirigió hacia donde estaban los cuatro animales. Empezó a andar despacio hacia ellos. Como su puntería no era muy buena, no quería malgastar la que quizás fuera su última oportunidad de salir con vida. 
Cuando estaba a escasos metros de los conejos mutantes, los cuales parecían no haberse percatado de su presencia. Empezó a disparar a discreción. 

Bumm. Bumm. Bumm. Bumm.

En ese fusilamiento que se produjo fueron alcanzados tres de los cuatro conejos. Y al que no le dieron salió corriendo en un intento de salvar su vida, ocultándose detrás de uno de los grandes maceteros que custodiaban la puerta de salida. El resto de conejos mutantes se retorcía en el suelo o permanecían inertes, como era el caso de uno de ellos. Los otros dos sangraban por sus estómagos y sacaban sus afilados colmillos, en un intento desesperado de defenderse. Pero ya era tarde, su momento había llegado. Y lo más probable era que murieran desangrados en pocos segundos.

- Joder Soraya.... eres una máquina con la pistola - soltó Javier a la vez que se acercaba a la doctora.

En el interior de la habitación, donde estaban Tomás, Paula y Carmen. Escucharon el sonido de los cuatro disparos y tras el estruendo producido. Les llegaron a sus odios la cálida voz de Javier hablando con la Doctora Soraya.

- Es Javierrr!!!!.... es mi Javierrr!!!! - dijo Carmen a la que parecía que acababan de darle un chute de adrenalina.
- Javierrr!!!! estamos aquíiiii!!!! - empezaron a gritar los tres jovenes desde el interior.

Abrieron la puerta y para su agradable sorpresa vieron a los conejos mutantes tumbados en el suelo cubiertos de un baño rojo. Levantaron la vista y vieron a escasos 12 metros a Javier y a la Doctora Soraya.

- Mi amorrr!!!! - la alegría de Carmen era más que evidente. La chica salió corriendo a duras penas hacía su novio. En su camino iba cojeando, aunque parecía que ésto no la molestaba mucho. 

Javier vio a su querida novia dirigirse hacia él. Abrió los brazos y empezaron a caerle lágrimas de sus ojos. El camino entre ellos se estrechaba, ya faltaban escasos metros para poder abrazarse. Pero cuando estaban a dos metros de distancia, el conejo mutante que aun quedaba vivo se abalanzó sobre una de las piernas de Carmen. Su potente mandíbula se clavo en su muslo, lo que provocó que la chica cayera al suelo.

- Nooooo!!!! ..... Soraya dispara al bicho ese!!!! - fueron los gritos de desesperación de Javier.

La doctora levantó el arma y apuntó al conejo mutante. Pero desde la distancia que estaba, y con su mala puntería no sabia a quien de los dos iba a alcanzar.

- No puedoo!!!.... estoy demasiado lejoss!!! - 

En un momento dado. Tomás accionado por una chispa que acababa de saltar en su cerebro. Se encaminó a toda velocidad hacia donde estaban Carmen y el brutal animal, que no paraba de morder su pierna. Cuando estaba justo delante del conejo mutante, le propinó una patada que lanzó al animal volando varios metros, terminando empotrándose contra una de las maquetas de una molécula de ADN.
Soraya giró rápidamente la pistola y disparó una vez más, alcanzando de lleno al horrible animal en su cabeza.

Bumm.

Pasado unos segundos todo parecía estar en un equilibrio armónico. Los conejos mutantes estaban esparcidos por el suelo cubiertos de su propia sangre. Las cinco personas aun conservaban la vida, aunque Carmen estuviera mal herida, sobreviviría. Atrás quedaba el recuerdo de los caídos en esa horrible pesadilla, pero en esos momentos uno mira por su vida, ya habría tiempo para llorar a los muertos, pero lo importante era salvar la vida.
Se abrazaron todos en el centro del hall, la policía llegaría de un momento a otro. Sólo quedaba esperar. Las lágrimas fluían incesantemente de sus ojos, en sus caras se reflejaba la mayor felicidad que habían sentido en su vida. Pero como bien dicen, no todo el monte es orégano.

De sus ensimismada felicidad les saco un atronador rugido que inundó toda la sala. Fue un rugido tan potente que parecía que pudiera romper los cristales de las puertas. 
Todos giraron la vista rápidamente para encontrarse con Colombus. El temido animal había seguido el sonido de los disparos y había llegado hasta el hall. En su cara se apreciaban las marcas de la pelea con Jose María.

- No, no, no y noooooo!!!! - gritaron Tomás y Carmen a la vez. 

Se dispersaron todos en un momento. Cada uno salió corriendo para un sitio diferente del hall. Tomás y Paula se metieron de nuevo en el laboratorio de análisis clínico. Javier ayudó a duras penas a Carmen a meterse detrás del mostrador de información y la Doctora Soraya corrió hacía la puerta de salida, en un intento de que la bestia la persiguiera a ella, y dejara escapar a los pobres chicos.

Colombus giró su enorme cuerpo en dirección a la Doctora, era la única que permanecía en su campo de visión. Tendría tiempo después de despedazar a sus otras presas.

Soraya levantó el arma y apretó el gatillo, pero la pistola hizo un simple clic, no salió ninguna bala en dirección al centro de la cabeza de Colombus. Se había quedado sin munición.
Dejó caer el arma al suelo mientras miraba fijamente a la bestia. Ésta, andaba lentamente hacia su presa. Sabía que no tenía escapatoria, detrás de ella estaban las puertas de cristal que la cerraban el paso.
Estaba todo escrito. Se puede salvar a la muerte una, dos o tres veces. Pero hay veces que el destino te marca un punto y final. Así que lo único que puedes hacer es aceptarlo con la cabeza bien alta.

La doctora cerró los ojos a la espera de una lenta y dolorosa muerte. En su mente pasaban pensamientos. "Que sea rápido". "Que no me duela, por favor". En el momento en que debería de notar la garra de Colombus rajando su blando y cálido cuerpo. Pudo escuchar el sonido de un bote rompiéndose en algún sitio.
Soraya abrió los ojos y vio a Tomás y Paula que se acercaban con varios frascos en la manos hacia Colombus. Le habían tirado uno de ellos que había impactado contra su cabeza.

 Plass.

Ella pensó en un momento que le había tirado ácido sulfúrico, pero tras ver el polvo oscuro que impregnaba a Colombus cambió de opinión.

- Ahora Paulaa!!! - gritó Tomás.

La chica se acercó peligrosamente a la bestia y le lanzó un bote transparente con un líquido incoloro en su interior. El recipiente impactó con la cabeza de Colombus y derramó todo su contenido mezclándose con el polvo oscuro que también bañaba al animal.
Colombus al ver que estaba siendo atacado por su espalda se giró bruscamente encarando a los dos jóvenes. Éstos, le miraron fijamente esperando que se produjera una temible explosión. Pero no pasó nada.
La bestia lanzó un temible rugido que casi destroza sus tímpanos.

- No pasa nada Paulaaa!!!!.... ¿no debería de explotar por los aires? - dijo desesperadamente Tomás.
- Tienes que dar un tiempo a la reacción!!!!.... el permanganato potásico y la glicerina tardan un rato en reaccionar.... .....apártate!!!! - 

Cuando parecía que todo estaba acabado, empezó a salir un humo denso del cuerpo de Colombus, a lo que le acompaño una gran combustión que envolvió a la bestia en llamas. Su cuerpo ardía de una manera desmesurada. En su desesperando intento por sobrevivir, el temible animal empezó a moverse sin control por todos sitios, chocándose contra el mostrador de recepción, y volcándolo.

Pasados unos momentos vieron como el animal caía detrás del mostrador. Pero al apagársele el fuego. Éste, se volvió a levantar. Tenía todo el cuerpo quemado, su piel estaba cubierta de unas ampollas que explotaban unas detrás de otras. Aunque lo peor de todo era que estaba enfadado, muy enfadado. 

En un momento dado un bote volvió a impactar contra Colombus, después otro bote más.

Plasss.... Plasss.

Esta vez si era ácido sulfúrico. Los botes eran lanzados por Javier, que había ido corriendo al laboratorio de análisis clínico con Carmen aprovechando la confusión.
El ácido empezaba a corroer la cara de Colombus, se incrustaba por su piel y formaba pequeños cráteres en todas las partes donde tocaba. Pero el sulfúrico no terminaría de matar a la bestia.

- No es suficientee!!!.... necesitamos más ácidoo!!!! - grito Javier desde la zona donde estaba la puerta de los laboratorios de análisis clínicos.
- Tengo una idea.... .... tenemos que tirarle agua encima para que haga reacción con el ácidoo!!!! - dijo Paula mientras giraba la cabeza en todas direcciones buscando algún surtidor de agua.

En la parte donde nacía el pasillo que se dirigía a las escaleras de acceso había un surtidor de agua. Los dos jóvenes se encaminaron rápidamente hacia él. Una vez que estaban delante, intentaron levantarlo. Pero el surtidor estaba lleno y pesaba demasiado. Y otro problema era el acercarse a la bestia enfurecida, llena de ácido y volcarle el agua encima. Era una tarea sumamente peligrosa.

- Dioss.... ¿qué es ésto?..... ..... otra bestia nooo!!!! - fue el grito de desesperación que dio Paula.

Ante ellos y proveniente de las escaleras de acceso aparecía otro horrible monstruo, que no era otro que Jose María. Su cabeza estaba seriamente dañada por la encarnizada pelea que había tenido con Colombus en el laboratorio secreto del Dr. Marcos. Parte de su cara le colgaba mostrando los huesos de su dentadura. Sus cuerpo estaba bañado en sangre.

Jose María miró a los jóvenes con unos ojos humanos, dentro de aquella bestia aun había un corazón con sentimientos. Los instintos asesinos parecía que retrasaban su floración.

El profesor agarró el depósito de agua con sus dos manos ensangrentadas, lo levanto sin ningún esfuerzo y se dirigió corriendo hacia donde estaba Colombus. 
Cuando estaba justo delante de la bestia, le reventó todo el surtidor en la cabeza del temible animal, derramando el agua por todos sitios.
El agua que cayó encima de Colombus empezó a reaccionar fuertemente con el ácido sulfúrico. Se empezaba a liberar una cantidad exagerada de calor, la piel de la bestia empezaba a hervir. Era como si lo estuvieran cocinando en una caldera. Los gritos del animal eran ensordecedores, eran alaridos de desesperación. 
En su alocado intento por quitarse eso de encima empezó a acercarse peligrosamente hacía donde estaba la doctora. En su camino lo iba tirando todo. 
Soraya estaba acorralada y Colombus se acercaba poco a poco. Así que Jose María se abalanzó sobre el animal cubierto de ácido. El sulfúrico entró en contacto con el profesor, pero no tenía elección si quería salvar a la chica.

- Socorrooo!!!! - grito Soraya.

Colombus cayó al suelo con Jose María encima. Éste, empezó a golpear la cabeza de la bestia contra el suelo mientras sus manos se derretían en el ácido mezclado con agua. Los golpes eran brutales, y no paraban de repetirse uno detrás de otro.
Pasado un momento, todo quedó congelado en el tiempo. Soraya próxima a la puerta de salida, Colombus inerte en el suelo, Jose María encima de la bestia con sus manos aun aplastándole la cabeza, Javier, Tomás y Paula repartidos por el gran hall contemplando la increíble escena, y Carmen metida en la sala de los laboratorios de análisis clínicos.

Pero ese silencio fue roto por un pequeño sonido.

Fsswww.

Una bala proveniente del exterior atravesó uno de los cristales de la gran puerta y fue a impactar contra la cabeza de Jose María. El pobre profesor cayo hacia un lado y quedó sin vida en el suelo. El increíble hombre había resistido las mutaciones producidas por el Dr. Marcos, y había salvado la vida de aquellas personas. Aunque su cuerpo estuviera deformado, en el fondo nunca había sido un monstruo. Su destino era morir por lo menos de una forma digna, y no ser torturado y tratado como un conejo de indias en los experimentos que seguramente harían los militares con él.

La gran cristalera de la puerta se rompió en mil pedazos. Tras la rotura de los cristales empezaron a entrar militares armados hasta los dientes con máscaras de gas. 

El grupo del ejercito cubrió rápidamente el interior del hall. Llevaban grandes metralletas y se movían con una sincronización absoluta. Se acercaron a los cinco supervivientes y les ayudaron a salir de ese infierno.
En la puerta les esperaban diversas ambulancias con las luces de emergencia encendidas. Próximas a éstas, estaban los vehículos de los militares que se repartían por todo el césped del campus. 

Parecía que la pesadilla había llegado a su fin.


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